Cómo Mantener Amistades Mientras Viajas por el Mundo
Después de meses en la carretera, finalmente estás en casa, emocionado por retomar viejas amistades. Planeas cenas, reuniones y noches de diversión. Pero, a medida que las personas no responden o no aparecen, empiezas a darte cuenta de una verdad terrible: mientras tú explorabas el mundo, algunos de tus amigos se escabulleron por la puerta trasera de tu vida.
Y, a diferencia de ti, ellos no volverán.
Se desaparecieron.
Después de una estancia de seis meses hace unos años, regresé a la ciudad que nunca duerme con muchas ganas de reconectar con mis amigos. Extrañaba sus caras, historias y su presencia en mi vida.
Pero, como la mayoría de los habitantes de la ciudad, te dirán que mantener amistades en un ritmo de vida tan agitado es difícil. Aquí todos se mueven a mil por hora, siempre hay un evento al que asistir y encontrar tiempo para los demás es una lucha constante de horarios conflictivos. Es mucho esfuerzo.
“¿Qué haces dentro de dos semanas?” es una pregunta común en la ciudad que nunca duerme.
Pero, tras varias semanas de conexiones fallidas y ausencias notadas en eventos, comprendí que, mientras estuve fuera, muchos tomaron mi ausencia como excusa para desaparecer sin que me diera cuenta. Personas con las que había compartido años de amistad cortaron el vínculo que nos unía. En una ciudad en constante movimiento, algunos siguieron adelante.
Al principio, me sentí devastado. Personas que me importaban dejaron mi vida sin aparente motivo. “¿Qué hice mal? ¿Cómo puedo cambiar para recuperarlos?” me preguntaba.
Luego, la tristeza dio paso a la ira. “¡Que se vayan al diablo! No eran buenos amigos de todos modos”, pensé para enmascarar el dolor.
Pero, al calmarme y reflexionar más, me di cuenta de que estaba viendo la situación desde la perspectiva equivocada. Irse no me hizo perder amigos; me mostró quiénes eran mis verdaderos amigos.
La mayoría mantiene una red social amplia y, cuando estás en contacto con ella, es fácil pensar que las relaciones son más profundas de lo que realmente son. Todos tenemos amigos casuales con quienes tomamos café, unas copas o vemos en eventos de networking. Los “conocemos” porque los vemos con frecuencia. Pero, como nos enseñó la COVID-19, cuando algo rompe esos lazos, descubrimos que eran bastante frágiles. Uno de los efectos negativos de la pandemia fue que cortó muchos de nuestros lazos casuales.
Viajar hizo lo mismo por mí. Cuando regresé, supe cuáles conexiones eran realmente profundas y cuáles solo estaban en mi cabeza.
Es cierto que los amigos entran y salen de tu vida, independientemente de si viajas o no. Es parte de la vida: las personas cambian y se distancian. Te mudas a diferentes ciudades, cambian tus intereses, olvidas responder un mensaje (o incluso enviarlo en primer lugar), y los lazos que te unían se vuelven más débiles con el tiempo. De repente, pasan los años, se vuelve incómodo reconectar y ambos siguen adelante.
Pero esta separación gradual hace que sea un poco más fácil sobrellevar la pérdida.
Imagina organizar una fiesta, pasarla genial y salir a tomar algo. La noche continúa y notas que cada vez ves menos a Juan. De repente, te das cuenta de que Juan ya no está. Pero, como se fue despacio, no es gran cosa.
Ahora imagina que sales a tomar esa copa, te vuelves y todos desaparecen en un instante.
Ese shock repentino sería muy deprimente.
Una parte de mí pensaba: “Bueno, esto solo pasa en Nueva York”. Pero luego recordé las historias de otros viajeros que han experimentado lo mismo y comprendí que no soy solo yo, ni solo esta ciudad.
Viajar acelera el proceso de separación y revela la calidad de tus amistades.
Estar lejos desgasta los lazos débiles que intentas mantener, mientras fortalece los que resistirán la distancia y el paso del tiempo.
Mi estilo de vida no facilita mantener amistades, pero tampoco lo hace imposible. Tengo amigos en todo el mundo a quienes solo veo cada pocos años, pero hacemos el esfuerzo por mantenernos en contacto. Cuando estamos juntos, nuestro vínculo sigue siendo fuerte.
Una de las cosas que más me gusta del viajar es que las amistades que se forman en el camino permanecen fuertes con el tiempo. Solo compartiste ese momento y lugar, y hay un entendimiento de que todo fue temporal. Cuando te reúnes, vuelves a la misma dinámica de siempre.
Sé que mis amigos se preguntan si realmente estoy de regreso o solo de paso, y por eso a menudo soy yo quien les escribe. Sin embargo, después de confirmar que realmente estoy aquí y quiero salir, empiezas a preguntarte qué tan fuerte es ese vínculo cuando tú haces todo el esfuerzo. Cuando tus mensajes no son respondidos y los planes se cancelan constantemente, se nota la realidad.
Quizá ellos quieren un amigo que no sea nómada.
Quizá nos distanciamos y no me di cuenta.
Quizá algún día las personas que se fueron se preguntarán cómo estoy y qué hago.
Quizá una parte de ellos estará triste por no saberlo.
Pero lo que sí sé es que, mientras ellos desaparecían, yo me acerqué más a quienes permanecieron.
Y, por eso, estoy realmente agradecido.
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