Por qué los gobiernos y lo público no funcionan en 2026

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La realidad es que, aunque nos gustaría que no fuera así, los políticos no hacen lo que es mejor para el país, los funcionarios no trabajan y los votantes no votan por lo que realmente les beneficia. ¿Por qué pasa esto?

Solemos hablar en Librestado de los impuestos como algo inmoral y del Estado como algo malo, como un peso del que debemos liberarnos. Esto sorprende a muchos, que piensan que solo es una cuestión de que no queremos pagar impuestos y compartir lo que ganamos con la sociedad.

Incluso entre los emprendedores, es probable que, aunque tengan claro que el Estado los maltrata, lo sufren en carne propia, no entiendan realmente hasta dónde llega el problema.

Hoy quiero dedicar un artículo a explicarte cuál es el problema con los Estados y su forma de gobernar, y por qué, por mucho que intentemos mejorarlo, difícilmente lograremos el cambio que buscamos.

El otro día vi una grabación muy recomendable en la que un economista explicaba de forma sencilla por qué los gobiernos fallan y que quiero usar como base para hablar de todo esto.

Empezaba hablando de los intereses de las diferentes partes dentro del gobierno, que lamentablemente no están alineados. Tenemos tres grupos: los políticos, los burócratas o funcionarios y los votantes.

En un mundo ideal, los tres grupos tendrían un mismo objetivo: hacer funcionar la sociedad, que vivamos en un mundo justo (sea lo que sea eso), que todos tengamos lo necesario para vivir plenamente.

Pero la realidad es otra.

El objetivo de los votantes es maximizar su felicidad, ya sea consumiendo, creando o ayudando a otros. Para ello, en la medida en que les compense, se informarán sobre los temas y votarán en consecuencia.

Los políticos también buscan la felicidad. Para ser felices, necesitan conseguir al menos el 51% de los votos (o la cantidad necesaria para ser elegidos). Si no lo logran, no podrán hacer lo que quieren y no serán felices.

Los burócratas quieren ser felices también. Para la mayoría, eso significa tener trabajos cómodos que se ajusten a sus necesidades.

Teniendo en cuenta los objetivos de cada grupo, ¿realmente crees que podemos tener un gobierno capaz de crear esa sociedad perfecta?

Proceso democrático

Veamos cómo funciona realmente el proceso democrático. ¿Crees que sería posible aprobar una ley para que todas las personas en un grupo A, que representa al 98% de la población, aporten 10 dólares a un fondo, que se queme la mitad y el resto se reparta entre el 2% restante?

Cualquier persona normal diría que no, que eso no tiene sentido, ¿verdad? Que el grupo A jamás permitiría algo así. Pero resulta que no siempre es así, y para entenderlo, hay que tener en cuenta un aspecto clave: votar no es gratis.

Votar requiere esfuerzo, y recuerda, el objetivo de los votantes es vivir una vida que les haga felices, esforzándose solo en lo que realmente desean.

Votar implica dedicar tiempo y energía, informarse sobre los temas, decidir si una ley es buena o mala y luego votar. Solo votarás si ese esfuerzo vale la pena. Si cuesta lo mismo que ganar 20 dólares, ¿por qué votar en contra de una ley que te hará pagar 10 dólares?

Volviendo al ejemplo: los votantes del grupo A probablemente no votarán, ya que no ven sentido en el esfuerzo. Quizás alguno intente movilizar a otros para votar en contra, pero probablemente no llegará lejos.

Por otro lado, los votantes del grupo B sí votarán, porque el esfuerzo les vale la pena. Incluso, harán campaña para conseguir más votos, explicando cuánto se beneficiarán con la ley.

Un ejemplo práctico: los aranceles o impuestos a productos extranjeros. Muchos países o zonas económicas como la Unión Europea tienen mercados muy regulados, con certificaciones, normativas laborales, salarios mínimos, garantías, etc., que encarecen a las empresas locales y las hacen menos competitivas.

Las empresas locales (el grupo B) acuden a los políticos pidiéndoles protección mediante aranceles o subvenciones. Esto significa que el grupo A (toda la población) tendrá que pagar más por los productos.

¿Qué hacen los políticos? Lo que más votos les dé. Tienen al grupo A, que no se interesa por la ley, y al grupo B, dispuesto a todo para que pase la ley, argumentando que ayudará a la nación y a muchas familias.

Así, los políticos aprueban leyes que benefician a un pequeño grupo que hace mucho ruido, mientras que el resto paga el costo.

Esto crea una situación donde un grupo muy pequeño obtiene grandes beneficios, y uno muy grande paga poco por ello. El costo está disperso, y el beneficio concentrado en unos pocos.

Los políticos

Supón que el problema no es que los políticos sean malos, sino que simplemente no hemos tenido suerte con ellos. ¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar eso y conseguir la sociedad que todos queremos? (¿existe esa sociedad?)

Imagina un político perfecto, que hace todo lo posible por mejorar la sociedad, reducir la pobreza, que los funcionarios cumplan su trabajo, que las empresas públicas funcionen, que no haya corrupción, etc.

Pero también existe otro tipo de político que solo busca ganar votos, sin importar si lo que hace es mejor para la sociedad. ¿Cuál de los dos llegará a gobernar?

Y no solo eso, existe el teorema del votante medio, que explica por qué los políticos tienden a hacer lo que quiere el votante medio, aunque la mayoría de los votantes prefiera algo diferente.

Por ejemplo, si nueve personas votan, y cuatro quieren comida india y otros cuatro quieren comida china, al final probablemente irán a un restaurante mexicano, que solo lo quiere una persona, porque es la opción que la mayoría acepta.

De modo similar, si hay dos grandes grupos, uno que quiere un ejército fuerte y otro que no, al final, según el teorema, se tendrá un ejército mediano que a nadie le gusta realmente.

Los burócratas

Ahora veamos qué pasa con los funcionarios y empleados públicos. Como mencionamos antes, su objetivo no es la felicidad de los ciudadanos, sino su propia comodidad.

¿En qué nos basamos para decir esto? Si tienes familiares o amigos que trabajan en la administración pública, o has tratado con ellos, seguramente lo has notado. Pero vamos a explicarlo un poco más.

Por ejemplo, en un centro comercial, los aparcamientos suelen ser amplios y, a veces, gratuitos para los clientes. Esto no es por altruismo, sino porque quieren que los clientes compren allí, y no en la competencia.

En cambio, en las oficinas para trámites oficiales, los aparcamientos suelen ser exclusivos para los empleados, y los clientes deben buscarse otro lugar. No es por mala voluntad, sino porque quieren un trabajo cómodo para ellos. Saben que no podrán ir a la competencia, así que no temen perder su empleo si no facilitan las cosas.

Lo mismo pasa en las páginas web oficiales: tramitar permisos, pagar multas o realizar gestiones suele ser un proceso complicado, lleno de laberintos digitales. En comparación, las plataformas privadas ofrecen procesos mucho más eficientes, incluso contratando empresas externas para mejorar los servicios que los funcionarios no quieren o no pueden ofrecer.

¿Son los funcionarios malos por naturaleza? No, pero no tienen incentivos para mejorar. Están rodeados de otros burócratas que solo quieren un trabajo cómodo, y mientras no hagan algo gravemente mal, no temen perder su puesto.

Incluso si un funcionario quisiera cambiar las cosas, enfrentaría resistencia de sus colegas, que no quieren trabajar más ni esforzarse en mejorar el servicio.

¿Las personas en el sector privado son mejores? No necesariamente, pero sí tienen incentivos claros: quieren vender más, ganar más y mantener su empleo.

Concluyendo

Como ves, que los Estados no funcionen como desearíamos no es casualidad ni culpa de políticos malos. Es un problema sistémico, una falla estructural en el sistema.

Por eso, la mejor opción como ciudadano es mantener los Estados lo más pequeños posible y evitar decisiones centralizadas que no beneficien a todos.

Lo más recomendable es buscar países con bajos impuestos y menos control, o incluso considerar la opción de ser un turista perpetuo, sin atarse a un solo país.

Dejar de pagar impuestos en un país donde el Estado cada vez controla más aspectos de la vida tiene dos beneficios: primero, dejarás de estar sometido a sus reglas; segundo, contribuirás a que quienes permanecen puedan vivir mejor, ya que al reducir los recursos del Estado, éste no podrá seguir creciendo sin control.

Si quieres dejar de contribuir a un sistema que, como ves, no funciona, puedes contratar ya tu consulta en Librestado.

¡Porque tu vida es tuya!

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