¿Recuerdas el Año Nuevo? Cuando te prometiste que ibas a perder peso, beber menos, leer más, ahorrar más, cocinar más y quizás montar un unicornio (¡hey, todo es posible!)?
Comenzaste el año con renovadas ganas, pero con el tiempo esa emoción se fue apagando. Encontraste un montón de excusas para justificar por qué no podías cumplir tus metas:
- “Hace demasiado frío para ir al gimnasio.”
- “Es el cumpleaños de Juan, así que tengo que beber.”
- “Tuve que ver Netflix sin parar, así que no tuve tiempo para leer.”
- “Este mes no puedo ahorrar más porque tengo que comprar (inserta objeto que necesitas).”
- “Cocinar es muy difícil.”
- “Los unicornios no existen, así que no puedo montarlos.”
Todos hemos estado ahí (yo incluido). Después de todo, no hacer nada es lo más fácil. No hacer nada requiere menos esfuerzo que hacer algo.
Yo lo hago todo el tiempo. Pagaba una membresía en el gimnasio durante años antes de empezar a ir regularmente. Y me tomó años crear un hábito de lectura diaria después de muchos intentos fallidos. Hay tantas otras cosas que quiero hacer, pero cuando no las hago, siempre encuentro una excusa para justificarlo.
A nadie le gusta despertarse, mirarse en el espejo y decir: “Bueno, fallé otra vez.” Por eso creamos nuestros propios mitos para justificar por qué no cumplimos con nuestras expectativas — y por qué no fue nuestra culpa. Todos tenemos historias elaboradas que nos contamos para sentirnos mejor y no sentirnos como un fracaso.
Yo sé cuáles son las mías. “No hice X porque tuve que asistir a un evento y había buen vino.” O “No hice Y porque me dejé llevar por el trabajo.”
También sé las historias que la gente se cuenta sobre por qué no viaja más:
- “No tengo suficiente dinero.”
- “No tengo con quién viajar.”
- “Mi moneda es muy débil.”
- “No puedo ahorrar lo suficiente.”
- “No gano lo suficiente.”
- “Los vuelos son muy caros.”
- “Mi crédito no es bueno para obtener una tarjeta de puntos.”
He escuchado todas las excusas posibles. No digo que no sean válidas. Lo son. Todos enfrentamos obstáculos para tener éxito. Todos tenemos problemas. Pero, ¿y si en lugar de dejar que esas limitaciones te definan, fueras tú quien derrota al dragón y salva a la Princesa Viaje? ¿Y si te convirtieras en esa persona que viaja y vive aventuras increíbles?
Como dijo un famoso poeta, “Nunca es demasiado tarde para convertirte en la persona que podrías haber sido.”
Es momento de decirte a ti mismo: “Vale, quiero viajar, quizás sea caro, pero si todas esas personas que veo en línea lo están logrando, quizás no sea tan difícil. Voy a investigarlo. Voy a buscar información en Google.”
Admite que no sabes lo que no sabes.
Reconoce que quizás — solo quizás — hay una forma de viajar, pero no sabes cuál es, y tus ideas preconcebidas son demonios que te están frenando.
Convierte tus excusas en planes de acción:
- “No tengo suficiente dinero… así que buscaré reducir mis gastos y cambiaré mis hábitos de consumo.”
- “No puedo ahorrar lo suficiente… así que crearé un plan de ahorro y tomaré medidas proactivas para lograrlo.”
- “No gano lo suficiente… así que buscaré un segundo trabajo o algo en la economía gig. Quizás me convierta en conductor de transporte compartido.”
- “Los vuelos son muy caros… así que iré a un lugar más barato o comenzaré a acumular puntos para un vuelo gratis.”
- “Mi crédito no es bueno para obtener una tarjeta de puntos… así que empezaré con una tarjeta más sencilla para mejorar mi historial crediticio.”
- “Mi moneda es muy débil… así que viajaré a un lugar más económico.”
- “No tengo con quién viajar… así que viajaré solo o en un tour.”
Sí, viajar puede ser caro. Sí, cuesta dinero. Y sí, no todos pueden viajar.
Pero cuando empiezas con una mentalidad negativa, ya has perdido el juego.
No estoy diciendo que el pensamiento mágico sea la solución. No, pensar que solo desear algo hará que suceda no funciona. La clave está en la acción.
Los estadounidenses intercambian tiempo por dinero, y aunque todos nos quejamos, es un acuerdo que hemos mantenido durante décadas.
Tomar un tiempo prolongado libre no es parte de nuestra cultura. Aunque decimos envidiar a los europeos por sus largas vacaciones, en EE. UU. seguimos, en general, con el modelo de “trabajar, jubilarse y viajar”. Es un sistema que no cambiará pronto.
Yo era víctima de ese esquema hasta que conocí a algunos mochileros en Chiang Mai, Tailandia.
Mientras conversábamos sobre viajar, tomar tiempo libre y hacer lo que amas, pensé en lo infeliz que estaba con el acuerdo estadounidense. Nunca lo había pensado antes.
Cuanto más me contaban sobre su estilo de vida — conocer gente en todo el mundo, vivir en bungalows en la playa, comer comida deliciosa y barata, usar transporte local y simplemente divertirse — más envidioso me sentía.
Regresé a casa y cambié mi mentalidad.
Creé hojas de cálculo, compré guías, investigué en línea y reduje mis gastos tanto como pude. Fui implacable.
Sé que la gente leerá esto y pensará que tengo una vida privilegiada, que mis padres pagaron todo, que estoy en deuda, y demás excusas.
Y no hay duda de que he sido afortunado. Que tuve una ventaja inicial.
Pero también sé que no todos podrán viajar.
Aun así, tuve que ahorrar, planear y buscar maneras de hacer que ese viaje — y futuros viajes — sucedieran. Mis padres nunca me dieron nada para mi viaje. De hecho, intentaron disuadirme.
Si te pidiera que te miraras en el espejo y fueras completamente honesto, ¿podrías decirme que has agotado todas tus opciones?
¿Realmente revisaste tus gastos al centavo?
¿Pensaste en trabajar en el extranjero como forma de financiar tu viaje o pagar tus deudas?
¿Tienes una alcancía donde pongas al menos un centavo al día?
¿Probaste usar puntos y millas para viajar? ¿Es realmente 100% imposible para ti ahorrar para un viaje?
He visto a personas en sillas de ruedas, a jubilados con pensión, encontrar formas de viajar, y a otros que trabajan para pagar deudas.
Creo — no, sé — por experiencia que la mayoría no ha hecho esa búsqueda interior ni esa planificación.
¿Las que sí lo hicieron? Pues, están viajando en este momento.
La mayoría solo ha inventado excusas para justificar que su situación es especial y única.
Pero no lo es.
Nuestras historias no son tan únicas.
Mucha gente ha estado en tu lugar antes.
Y muchas personas han encontrado la forma de viajar.
Lo cual es bueno, porque significa que tú también puedes hacerlo.
Hace unos años, ayudé a varios lectores a planear sus viajes y a superar sus miedos. Una de ellas fue Diane, una jubilada de Canadá con una pensión estricta. Siempre soñó con visitar Australia, pero nunca creyó que pudiera hacerlo.
Hablamos mucho sobre cómo reducir sus gastos. Hizo una lista de deseos y necesidades — y dejó de comprar los deseos. Cambió su plan de teléfono, controló sus facturas, hizo que su esposo redujera el fumar y que sus nietos dejaran de pedir cosas.
Logró convencer a todos explicándoles por qué ese viaje era importante. Tardó casi dos años, pero finalmente ahorró lo suficiente para viajar con su hermana.
El mundo no te da nada. Tienes que trabajar por lo que quieres — incluso si toma años llegar a donde deseas.
Muchas veces pensamos en los millones de pasos que hay que dar para llegar, nos abrumamos y simplemente nos rendimos.
Pero recuerda, solo puedes dar un paso a la vez.
Concéntrate en ese ÚNICO paso que tienes delante y nada más.
No importa si te toma diez años ahorrar para tus vacaciones. Lo importante es el primer paso. Eso es lo que debes enfocarte.
Mañana, despiértate y pregúntate: “¿Cuál es la ÚNICA cosa que puedo hacer hoy para facilitar mi viaje?”
¿No estás seguro de tener el dinero? Registra todos tus gastos y averigua dónde puedes recortar, y deposita automáticamente ese dinero en una cuenta de ahorros cada mes.
¿No puedes tomar tres semanas libres para volar a Australia? Piensa en destinos más cercanos o en varios viajes cortos.
¿No puedes obtener la visa? Busca otro lugar para visitar.
Por cada excusa negativa, hay una solución positiva.
No dejes que tus excusas ganen.
Empieza a pensar en tu primer paso, planifica tu viaje, monta ese unicornio y conviértete en el viajero que naciste para ser.
Y cuando llegues a tu destino soñado, ¡envíame una postal!
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