Abordando el desafío de modelos femeninos imposibles, una conversación a la vez

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Reflexiones sobre el poder, las mujeres y la autenticidad

Cuando empecé en el mundo de los negocios, me sentía muy desconectada de esas mujeres poderosas que se suponía que debía admirar como modelos a seguir. Ellas tenían peinados impecables, vestían trajes elegantes, daban discursos increíbles sobre sus historias de éxito y nunca parecían dudar de sí mismas ni por un segundo.

Sabía lo duro que habían trabajado para llegar a donde estaban, pero como solo veía la parte pulida y profesional de estas mujeres poderosas, lograr algo similar me parecía totalmente fuera de alcance.

Con el tiempo, por supuesto, descubrí que esas mujeres eran en realidad muy parecidas a mí. También tenían días malos de cabello, se habían sentido pequeñas en reuniones con colegas masculinos, querían quitarse el sostén al final del día y recostarse en el sofá con una copa (o botella) de vino. Y sí, todas habían cometido errores fundamentales en algún momento de sus carreras.

Pero, cuando era más joven, no conocía nada de esto. Solo al ir formando relaciones profesionales, que luego se convirtieron en amistades, pude vislumbrar algo que me hizo pensar que tal vez podría ser algo como esas líderes femeninas poderosas y sabias.

Es importante señalar que culpar y avergonzar a las mujeres en posiciones de poder por lucir pulidas, perfectas e intocables no tiene sentido. Es absurdo, incluso. La culpa recae en a) la idea anticuada y patriarcal de que las mujeres deben comportarse como hombres para llegar a la cima y b) el ridículo escrutinio que enfrentan en todos los ámbitos por su apariencia.

Las visitas al salón, que luego pude costear cuando tuve mi propio dinero, eran una precaución necesaria contra las críticas constantes, aunque a menudo sutiles, que reciben las mujeres por cómo se presentan. Necesitamos lucir perfectas, porque el sistema en el que operamos nos deja menos margen para cometer errores.

Es esta presión la que, de manera indirecta, aleja a muchas otras mujeres que, al buscar inspiración en la cima, solo encuentran lo imposible. Así, se perpetúa un ciclo donde los modelos a seguir parecen inalcanzables.

Sin embargo, creo que como mujeres en posiciones de liderazgo, tenemos el poder de desafiar el statu quo y romper ese ciclo. Podemos hacerlo promoviendo conversaciones abiertas y honestas que inspiren vulnerabilidad y compartan la verdad.

Es necesario construir una narrativa continua donde podamos aprender de los errores de todas, en lugar de solo los propios. Muchas veces, solo escuchamos historias de éxito como: “Tuve un problema, lo superé y ahora soy muy exitosa”. Pero nunca he conocido a alguien que realmente se identifique con eso. Somos seres complejos, con matices y errores, ¿por qué reducir nuestras historias a menos de lo que realmente son?

Desde mi posición, con casi 20 años de experiencia en educación empresarial en el mercado internacional, siempre desearía que alguien me hubiera dicho en mis primeros años: “Esto es difícil, pero yo también pasé por eso. Hubo una vez cuando…” y contar alguna anécdota divertida que hiciera todo un poco menos intimidante.

Creo que las mujeres están mejorando en esto, pero al final, todo depende de cuán vulnerables queramos ser con nosotras mismas, lo cual influye directamente en cuánto compartimos con los demás.

Para mí, el perfeccionismo es un obstáculo. Quiero que todo sea perfecto, pero una vez acepto eso y lo comparto, la gente presta atención y se da cuenta de que solo soy una mujer, frente a otra mujer, dispuesta a compartir mi verdad con matices y belleza.

Reflexiones finales

Es fundamental entender que las mujeres en posiciones de liderazgo no son perfectas ni inalcanzables. La autenticidad, la vulnerabilidad y la honestidad son las claves para crear un entorno más real y cercano, donde todas podamos aprender y crecer juntas.

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