Mi Miedo a Volar y Cómo Lo Enfrento
Tengo una confesión que hacer: tengo un miedo enorme a volar. Lo odio. Me da un pánico terrible.
Así es como suele ser mi experiencia en el aeropuerto:
Antes del vuelo: “¡No puedo esperar para subir a un avión, relajarme y ver unas películas! ¡Esto va a ser genial!”
Durante el despegue: “¿Por qué estamos girando así? ¿Estamos dando vueltas?! ¿Por qué suena así el motor? No me gusta esto. ¿Vamos a morir? ¡Sácame de aquí!”
Durante el vuelo, viendo una película o trabajando: “No puedo creer que estemos volando. ¡La ciencia es increíble! ¡Tengo Wi-Fi en el cielo! ¡Mira esas nubes tan bonitas!”
Durante la turbulencia: “¿Qué fue ese sonido? ¿Se supone que debemos girar así? ¡Qué bumpy! ¡Eso fue una caída grande! ¿Qué pasa? ¡Vamos a morir! ¡Ahhhh!”
Al aterrizar: “Respira. Respira. Respira. Todo estará bien. Respira.”
Después del vuelo: “Me encanta volar. ¡Vamos a hacerlo otra vez!”
Volar me genera mucha ansiedad. Agarro el reposabrazos con fuerza, al menos la mitad del vuelo. Con los años, ha empeorado tanto que ya no puedo volar sin tomar un ansiolítico antes. Y no soy el único: más del 30% de las personas sienten ansiedad al volar.
Para mí, el miedo viene por las alturas… o, más específicamente, por caer. No me gustan los saltos en bungee, estar cerca de los bordes, o incluso mirar hacia abajo desde un edificio alto. Me acelera el corazón y me da vértigo leve. Soy todo lo contrario a un adicto a la adrenalina.
De hecho, a veces en puentes altos, necesito caminar por el lado interior de la acera y mirar hacia abajo para poder cruzar.
Y, aunque estadísticamente, volar es uno de los medios de transporte más seguros (hay una probabilidad de 1 en 11 millones de morir en un accidente aéreo, frente a 1 en 100 en un coche), no tengo la misma reacción cuando conduzco. Me siento seguro porque tengo el control.
“Estoy conduciendo, soy bueno — lo que tengo que cuidar soy yo,” pienso (y la mayoría de la gente también).
Pero cuando estamos en un avión, todo depende de dos desconocidos que nunca he visto, en la cabina de un tubo de aluminio y yendo a 800 km/h, a 11,000 metros de altura.
Mucho del miedo a volar es por esa falta de control. Es decir, ¿cómo sabes si los pilotos saben lo que hacen o si no quieren estrellarse contra una montaña? Realmente no lo sabes.
En un nivel racional, sé que voy a llegar a mi destino. Casi el 99% de los accidentes aéreos no tienen víctimas mortales, así que incluso si ocurriera un accidente, las probabilidades están a mi favor.
Pero esa sensación de pérdida de control me asusta. ¿Quiénes son esos pilotos? ¿Durmieron bien la noche anterior? ¿Están sanos mentalmente? ¿Tienen suficiente experiencia para actuar en una emergencia?
Recientemente, me senté en un vuelo junto a un tipo que brindaba asesoramiento a pilotos y azafatas con problemas de consumo de sustancias. Por un lado, me tranquilizó saber que la autoridad aérea tiene reglas estrictas (aunque, tristemente, muchos otros países no las tengan) respecto a ese tema. Pero, por otro lado, me preocupó lo mucho que ese problema afecta a la industria.
Allí estoy, a 35,000 pies sobre el suelo, con mi destino en manos de dos desconocidos. Eso combina mis dos mayores miedos. ¿Y si nos estrellamos? Tienes unos veinte o treinta segundos de caída aterradora al darte cuenta de que esto es el fin. (Una vez experimenté una caída rápida y puedo decirte que no es nada divertido.)
Pero vuelo alrededor de 160,000 kilómetros al año, así que tengo que aprender a manejar mi miedo. Volar es parte de mi trabajo y la forma más eficiente de llegar a donde quiero ir — y quiero visitar muchos lugares.
Y, como no soy el único, quiero compartir algunos trucos que he aprendido para superar el miedo a volar (o, al menos, para lidiar con la ansiedad):
1. Finge que no pasa nada — Como dice el dicho, finge hasta que lo logres. Cuando vuelo, me gusta imaginarme como una persona normal. ¿Qué haría alguien que no tiene miedo a volar en este momento? Se sentaría, leería la revista de a bordo o dormiría, y estaría tranquilo. Ignoraría el miedo. Entonces, pongo mis audífonos, respiro profundo y leo un libro o veo una película. Distraigo mi mente y finjo que no existe. Este truco funciona de maravilla, y cuando vuelvo a concentrarme, ya estamos en altitud de crucero y la ansiedad desaparece.
2. Repite datos — Me gusta decirme hechos sobre la seguridad aérea para tranquilizarme, como “Los aviones son seguros, tienen reglas estrictas” o “La turbulencia no causa accidentes — solo cambios en el flujo de aire” o “Los autos son mucho más peligrosos.” Usa tu mente racional para entender lo absurdo del miedo y que no hay razón para temer. La sociedad hace mucho ruido sobre los accidentes aéreos porque son muy raros.
3. Toma algo para calmarte — Cuando no puedo fingir o mi mente racional no funciona, tomo algo para relajarme. Funciona muy bien. En vuelos largos, uso pequeñas botellas de vino (o un medicamento como el Ambien) y duermo hasta llegar a mi destino. A veces, solo quitarse un poco la tensión es la mejor opción.
4. Presta atención — Esto solo funciona porque vuelo mucho, pero he descubierto que saber cómo suena un vuelo normal ayuda mucho. Consulto en sitios como FlightAware para ver cómo son los sonidos habituales en el despegue, crucero y aterrizaje. Presto atención al motor para entender que “así debe sonar.” Saber cómo es un vuelo normal me ayuda a darme cuenta de que el mío también lo es, y eso relaja.
5. Descarga la app SOAR — La app SOAR fue creada por un piloto para ayudar a los pasajeros a manejar su miedo a volar. Es muy informativa y ayuda a entender cosas como la turbulencia. ¡Muy útil!
6. Saluda al piloto — Como mencioné antes, parte de mi problema es que no tengo control. Saludar a los pilotos y, si es posible, charlar con ellos, me muestra que son personas normales y competentes. Saben hacer su trabajo, así que solo tengo que relajarme y dejar que lo hagan.
No siempre fue así — antes, me encantaban las montañas rusas, las alturas y volar, y no tenía miedo de caerse de un puente. Pero algo cambió en los últimos años.
Ahora, cuando miro desde el avión, pienso: “Estamos muy altos. Estamos jodidos. ¡Que alguien me sirva una copa de vino!”
Así que, aunque quizás nunca supere completamente mi miedo a volar, puedo gestionarlo y no dejar que me controle.
Después de unos respiraciones profundas, un poco de vino, recordando que hay normas de seguridad, y desconectando con las películas a bordo, me calmo, disfruto del vuelo y admiro la ciencia que me lleva en menos de quince horas a la mitad del mundo.
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