Vivir viajando es una realidad que muchos desean vivir. Pero tiene sus ventajas y desventajas. Aquí te comparto los mitos y las realidades sobre este estilo de vida.
Vivir viajando es una realidad que muchos desean vivir. Muchos creen que es lo máximo a lo que uno puede aspirar y que, la mayoría de los días, estarán en una playa paradisíaca, tomando agua de coco bajo una palmera. Pero no siempre es así. La vida en la ruta no es color de rosas. Mira:
Vivir viajando es estar siempre de vacaciones
Esto es un gran mito. Aunque es cierto que, mientras estamos de viaje, muchas veces visitamos lugares dignos de una foto, con arenas blancas y aguas cristalinas, no siempre tendremos la agenda libre para disfrutarlo.
Para vivir viajando, hay que generar ingresos de alguna forma. Hay muchas maneras, pero para que funcionen, requieren mucha disciplina y responsabilidad de nuestra parte.
Esto implica que, sin importar el sol que brille afuera y lo tentador que sea el paisaje, quizás tengamos que quedarnos en la habitación del hotel trabajando (sí, trabajando, y mucho más que 8 horas diarias) para entregar un artículo, una página web, un video o lo que sea que genere nuestros ingresos como nómadas digitales.
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Vivir viajando es salir de la zona de confort
Es así. Es un gran desafío que, estés listo o no, tendrás que afrontar. Porque la vida en la ruta, déjame decirte, no es lo que muchos venden. No es el paraíso eterno ni sonrisas a toda hora.
Vivir viajando nos pone constantemente a prueba. Habrá muchas situaciones a las que no estamos acostumbrados. Situaciones que no podremos posponer, porque en la ruta, lo que posponemos, lo enfrentamos unos metros más adelante.
También aprender a sentirnos incómodos es necesario. No se trata solo de quejarse, sino de aprender a cambiar, a transformarnos.
Al principio, hace unos años, creaba una coraza imaginaria que me disfrazaba de superhéroe, con el simple motivo de aparentar que era indiferente al cambio. Que no me movía, que no me tocaba, que no me movilizaba.
Con el tiempo, aprendí a dejar fluir. A dejar de lado ese ego innecesario, que siempre busca mantener las apariencias. Entendí que cuando algo te afecta, no es negativo, sino que es el síntoma del cambio. Y cambiar es crecer.
Vivir viajando es solo para millonarios
Otro gran mito que es totalmente falso. Puede que haya por el mundo alguna persona que, como en la serie de televisión, haya ganado la lotería y se haya ido a viajar por el mundo.
No lo sé. Al menos yo, no conozco a ninguno. Incluso, yendo más lejos, todos los viajeros y viajeras que conocí en mis casi cinco años en la ruta, la remaron muy fuerte para llegar a donde están ahora.
Obviamente, mientras estamos viajando, el dinero ayuda y, mientras más tengas, más lujos podrás darte, o más tiempo podrás estar viajando sin preocupaciones. Pero eso no significa que si no tienes plata, no puedas viajar.
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Cuando empecé mi aventura por el Sudeste Asiático, mi cuenta bancaria, déjame decirte, tenía un saldo bastante bajo. No iba a durar muchos meses. Es cuestión de disciplina e ingenio. Es cuestión de ahorrar en donde se pueda. Esto tampoco quiere decir que no podamos comer por dos semanas o que nos alimentemos mal.
Por ejemplo, en lugar de comer en un restaurante en pleno centro, donde van todos los turistas y venden comida que no es típica del lugar, camino unos minutos más y busco un bar local, alejado del turismo, donde van los locales.
Este bar, además de ser más económico, me brindará una experiencia mucho más auténtica y me permitirá empaparme más de la cultura del país donde esté.
¿Para qué tomar el bus VIP? ¿Por qué no tomar el bus local, como lo hace toda la gente del pueblo? Te lleva al mismo lugar, solo tarda un par de horas más y cuesta mucho menos.
¿Por qué no hacer voluntariado?
Hacer voluntariado no solo ayuda en lo económico (al menos, no pagas hospedaje). A veces creemos que vivir viajando implica estar dos días en cada ciudad y seguir viaje. Pero no siempre es así.
A veces nuestro cuerpo necesita una pausa. Invertir en nosotros mismos y quedarnos en un mismo lugar dos o tres semanas nos permite apreciar todo lo que estamos viviendo y ser conscientes de lo afortunados que somos. La vorágine y la adrenalina, a veces, nos nublan y nos impiden estar presentes.
Enseñar inglés en países del sudeste asiático fue una de las mejores experiencias que viví. Incluso, a través de un voluntariado, conseguí un contacto que me facilitó un trabajo pagado en otro país. Esa plata me permitió, meses después, pagar mi visa para otro destino, donde trabajé durante dos años.
No dejes de explorar las miles de opciones que ofrecen plataformas para hacer voluntariados en todo el mundo.
Los nuevos comienzos son desafíos y oportunidades
Muchas veces, la decisión de vivir viajando llega después de años en una rutina que empieza a agobiarnos y aburrirnos. Ya sea estudiar, trabajar en un mismo lugar o simplemente sentir que falta motivación. Otras veces, simplemente necesitamos un cambio, otro aire.
Los nuevos comienzos son desafíos y oportunidades. Eso tenlo claro. Es como presionar el botón de reinicio. Es la oportunidad para empezar de nuevo, dejar una huella. Pero, como consejo, no te confíes. No te confíes en lo que ya lograste. Guárdalo, que te sirva para confiar en ti mismo y entender que, en algún momento, pudiste hacerlo.
Luego, tendrás que esforzarte, una vez más, como si nada de eso hubiera pasado, para volver a sentirte cómodo en el lugar que elijas. Salir de la zona de confort para luego encontrarla en otro lugar, y seguir así, en un ciclo de cambio y crecimiento.
Vivir viajando elimina la rutina
Esta, creo, es una de las mayores ventajas de quienes vivimos viajando. No hay horarios predefinidos ni rutinas establecidas por otros. Nosotros somos los responsables de moldear cada día. La rutina, si llega, es por decisión propia y no por imposición.
Los lunes en la ruta dejan de ser aburridos. ¿Quién dijo que el inicio de la semana tiene que ser monótono y molesto? ¿Quién dijo que solo podemos disfrutar cuando llega el fin de semana? Esa mentalidad limita mucho las posibilidades de disfrutar.
Cuando viajamos, un lunes por la noche puede ser memorable, y un viernes en casa, simplemente, ver una película. O viceversa. No importa.
Nadie nos dice qué es lo correcto para cada día. Lo elegimos nosotros. Definimos nuestra agenda. Trabajamos las horas que queremos, los días que queremos. A veces más, a veces menos. Días sin parar o solo unas pocas horas en la semana. No hay ni bien ni mal, solo lo que sentimos, lo que elegimos. Es nuestra rutina en la no rutina.
Otros mitos sobre vivir viajando…
Vivir viajando implica trabajar
Sí, así es. Quien diga que, por vivir viajando, estás en un constante estado de vacaciones, está mintiendo. Pero no miente en lo que disfruta. Disfruto lo que hago, donde estoy y cómo estoy. Esa, creo, es la principal diferencia con otros estilos de vida. Pero trabajo, y mucho.
La única diferencia es que yo elijo los trabajos. Si uno no me gusta, lo dejo y pruebo otro. Si estar frente a una computadora se vuelve estresante, hago un curso y trabajo en bares, preparando café.
Y cuando hacer café deja de llenarme, pruebo otra cosa. Y si mi jefe no me respeta, no tengo por qué quedarme. Renuncio y sigo buscando. ¿Ves? Disfrutamos lo que hacemos y tenemos la libertad de elegir cómo, cuándo y dónde trabajar. Esa libertad nos permite disfrutar.
Pero sí, vivir viajando requiere muchas horas de trabajo.
¿No puedes viajar si no eres joven?
¿Quién dijo eso? No hay edad para cambiar tu vida. No hay edad para aprender. No hay edad para salir de la zona de confort. Que nadie te lo diga.
He conocido a personas de más de 40 o 50 años que, después de luchar con sus miedos, decidieron recorrer el mundo. Y, déjame decirte, siguen felices, con los ojos brillando, como si tuvieran 20. No hay excusas. Anímate.
Vivir viajando es peligroso
Otro gran mito. Nunca me sentí tan seguro como cuando viajo. Existe esa idea, impuesta por la sociedad y los medios, de que afuera, lejos de nuestra zona de confort, hay peligros y personas que quieren hacernos daño. Pero no es así.
Por supuesto, hay que tener cuidado y usar el sentido común. Pero eso no solo aplica cuando viajas, sino en cualquier parte del mundo. Uno puede tener un disgusto en la esquina de su casa o en un país lejano. No dejes que eso te limite. No generalices.
Cuando vives en la ruta, encuentras personas que te abren sus puertas y corazones. Te cuentan sus sueños y miedos, y te demuestran que no hay fronteras ni límites geográficos.
Somos todos humanos, con diferentes creencias. Que esas creencias no sean barreras, sino puentes. Hay mucho por conocer: monumentos, personas, historias, memorias. Confiemos. No tengamos miedo, lo peor que puede pasarnos.
Viajar es, sin duda, la mejor escuela
Sí. Quizá, por vivir viajando, no hice un máster o un posgrado. Es cierto. Pero, ¿quién dijo que viajar no enseña? Vivir en la ruta es la mejor forma de aprender. No solo conocimientos académicos, sino también de todo el mundo.
Voy a aprender sobre nuevas culturas, cómo toman el té en Irán, cómo se reúnen a comer en Estambul. Voy a empaparme de formas de vivir y ampliar mi mente en formas que nunca imaginé. Eso es fabuloso.
Voy a aprender a adaptarme. A entender que con poco, tengo mucho. Que no hace falta muchas remeras y que un plato de comida caliente, en buena compañía, vale más que una cena viendo la Torre Eiffel.
Voy a aprender a relacionarme. Entender que hay más de una verdad y que todas tienen algo de cierto. Lo que yo pienso no es lo único válido. Todos tenemos algo que aportar y aprender. De todos, algo aprenderé y a todos, algo enseñar.
La humildad no consiste en menospreciar, sino en ser conscientes de nuestras virtudes y defectos. Si somos buenos en algo, ¿por qué no admitirlo?
Vivir viajando es, sin duda, algo que desafía la forma “normal” de vivir. No usamos el metro todos los días, no trabajamos en oficinas de 8 a 5, no vestimos formalmente. No esperamos el fin de semana ni nos asustamos cuando alguien nos invita a su casa.
Esto no significa que nuestra forma de vivir sea la única correcta. No. Pero hoy, esa es mi realidad, y me gustaría compartirla contigo.