Nuestro último artículo trataba sobre los muchos impuestos que existen y la escandalosamente elevada presión fiscal en Alemania, una forma de entender hasta qué punto llega la codicia y crueldad de los Estados a la hora de saquear a sus ciudadanos.
Así, por ejemplo, el Estado alemán ingresa cada año más de un billón de euros y, como no podía ser de otra manera, estos ingresos se destinan a todo tipo de gastos, algunos más absurdos y elevados que otros.
Lo más alarmante es que para muchos el Estado no gasta demasiado, sino demasiado poco. No es raro escuchar decir a socialistas y en general aquellos que huyen de la responsabilidad y desean que papá Estado se encargue de todo, que “los Estados cada vez privatizan más”, o incluso que “las bajadas de impuestos nos cuestan miles de millones”.
Esta visión tan orwelliana de la realidad no puede estar más lejos de la verdad: lo cierto es que el gasto público sigue aumentando año tras año.
Ninguno de los problemas que aquejan a los servicios públicos se debe a la falta de ingresos, sino al exceso de gastos. Un Estado que ingresa más de 1 billón de euros cada año debería poder permitirse ofrecer carreteras decentes, cosa que, si has tenido la oportunidad de viajar por Alemania, sabrás que no es así.
Si te preguntas cuánto ha cobrado tu país en impuestos, en 2024 en España fueron 438 mil millones de euros, en Argentina 71 mil millones y en México 136 mil millones de euros (todo en euros para facilitar la comparación).
Así las cosas, bien podríamos aplicar al Estado el principal reproche de la izquierda a los ricos: hay dinero suficiente, el problema es que está en las manos equivocadas.
Para divertirnos un poco, vamos a ver cómo se produce realmente este despilfarro del dinero de impuestos en Alemania (porque si fuera en nuestro país de residencia, la situación sería menos divertida, claro).
En este breve artículo, presentamos los peores proyectos financiados a costa de los contribuyentes alemanes.
Estas son las reglas que hemos seguido para hacer esta selección: deben ser gastos que sirvan para un objetivo específico y suficientemente amplio, que puede incluir varios proyectos individuales; y deben haber costado, al menos, 10 millones de euros (si el límite es menor, los despilfarros son incontables).
Además, no incluimos partidas de gastos más importantes, como las pensiones, que son una estafa piramidal, ya que estos gastos no son verdaderos “despilfarros”, sino versiones deficientes de servicios que, de otro modo, ofrecería el mercado libre.
Solo consideramos despilfarros aquellos gastos que puedan eliminarse inmediatamente sin necesidad de reemplazarlos, y cuya desaparición no perjudique a nadie (no consideramos perjuicio que un par de burócratas se queden sin parte de su botín). Todos los ejemplos corresponden a casos de los últimos diez años, aunque el proyecto pudo haber empezado antes.
Por supuesto, igual que se podría hacer una lista de despilfarros en España, Argentina o cualquier otro país, en España se pueden ver ejemplos en aeropuertos fantasmas, líneas de AVE, proyectos faraónicos en Madrid, Valencia, Zaragoza… Pero, como ya se ha mencionado, eso no sería tan divertido.
Si tras leer este artículo quieres ver en qué se gastó tu dinero, puedes consultar estos artículos:
https://15mpedia.org/wiki/Lista_de_ejemplos_de_despilfarro
https://www.libremercado.com/2013-04-21/treinta-nuevos-ejemplos-de-despilfarro-publico-1276487968/
1. La transición energética
Coste: más de 1.000.000 millones de euros
La política de los verdes se ha convertido en una de las ideas dominantes en Alemania. Aunque no siempre se refleje en los resultados electorales, sus ideas son las más influyentes en la política, y prácticamente todos los partidos incluyen “causas verdes” en sus programas.
Seguramente, ningún país o sociedad del mundo esté tan obsesionado con el “ecologismo” como Alemania: no importa de qué partido o movimiento social hablemos, todos son verdes en mayor o menor medida. La prueba más clara de esto es la transición energética.
Desde los años 90, el Estado ha promovido las energías verdes, como la solar, eólica o la biomasa. Por ejemplo, los operadores de centrales solares y eólicas reciben ayudas del Estado, y pagan menos impuestos.
Las estimaciones indican que el coste de esta promoción ha superado ya los 100.000 millones de euros desde los años 90, y no parece que vaya a terminar. Para 2050, las cifras podrían superar los 200.000 millones, e incluso hay estimaciones que hablan de cifras aún mayores.
Las consecuencias para los alemanes son catastróficas: el precio de la electricidad en Alemania es el más alto de toda Europa. Muchas familias ya no pueden pagar la factura, sufren cortes en el suministro y viven en pobreza energética. Esa es la triste realidad en Alemania.
Como era de esperar, el objetivo de abandonar las energías fósiles en favor de las renovables no ha tenido mucho éxito. La cuota de energías renovables en el consumo energético pasó de menos del 10% en 1990 a más de un tercio en la actualidad.
Sin embargo, muchas plantas solares alemanas que se beneficiaron de estas subvenciones quebraron, y hoy en día, muchas plantas en Alemania provienen de China e India.
Todo ese dinero malgastado en subvenciones no ha impulsado la innovación, sino que ha sido un error de cálculo y una nula innovación.
¿Quién podría haberlo previsto? Nadie, salvo quienes saben de economía. Además, resulta engañoso decir que un tercio del suministro energético proviene de renovables, porque estas cifras son muy estacionales. Durante meses, Alemania depende de la importación de electricidad, y en ocasiones importa energía de fuentes tan controvertidas como el carbón o la energía nuclear.
La transición energética ha sido un desastre: la electricidad se ha encarecido, las familias viven en pobreza, el suministro se ha visto comprometido, Alemania depende de energía importada y muchas plantas solares han quebrado a pesar de las ayudas.
Pero lo peor puede estar por llegar: muchos expertos advierten de un posible apagón generalizado, no solo por el alto coste de las energías renovables, sino por su menor fiabilidad comparada con los combustibles fósiles. Un apagón podría tener consecuencias terribles, incluso vidas humanas.
Aunque esto ocurriera, lo más probable es que, en lugar de aprender, se sigan ofreciendo subvenciones. Las alternativas más baratas hoy en día son los combustibles fósiles y la energía nuclear.
Si queremos reducir las emisiones de CO2, la energía nuclear es una opción segura y eficiente, contrariamente a lo que dicen los Verdes. La política energética actual es, sin duda, un despilfarro de impuestos.
2. El Eurorescate
Coste: más de 50.000 millones de euros
Antes del euro, Alemania tenía una moneda muy estable, en contraste con otros países. Grecia, por ejemplo, devaluaba su moneda varias veces para pagar su enorme deuda.
Nadie previó lo que vino después: el colapso de la economía griega. Los griegos siguieron acumulando deudas, pero llegó un momento en que no pudieron reducirla devaluando su moneda. En 2010, todos se sorprendieron al ver lo mal que le iba a Grecia.
Lo que vino después fue aún más sorprendente: se pidió a Alemania —el país con mayor poder económico en Europa y con poca deuda— que ayudara a pagar las deudas griegas junto a otros países fuertes.
En lugar de agradecer, los griegos odiaron a los alemanes, ya que las condiciones de los rescates exigían austeridad, y muchos vieron paralelismos con la situación de la clase media/baja que paga pocos impuestos, mientras los ricos pagan mucho.
Muchos economistas ya habían previsto este desenlace. La adopción de una moneda común en países con políticas fiscales muy diferentes genera conflictos inevitables. La deuda de Grecia y otros países en crisis, la distribución de esa deuda y la pérdida de autonomía presupuestaria estaban claros desde el inicio del euro.
Los rescates de Grecia en 2010, 2012 y 2015 costaron probablemente más de 50.000 millones de euros a los contribuyentes alemanes, sin contar otros rescates en Irlanda, Portugal, España o Chipre.
Algunos socialdemócratas insinúan que Alemania se beneficia de los rescates porque los bancos alemanes son los principales acreedores de Grecia. Pero esto no es del todo cierto: los contribuyentes y los bancos han salido perdiendo en realidad.
Los beneficiados, al menos hasta el colapso, fueron los griegos, que vivían a costa de los demás. Pero al final, ellos también pagaron la factura en forma de una generación perdida.
La solución no pasa solo por reintroducir la dracma, sino por aplicar disciplina fiscal en Grecia, porque devaluar continuamente no es la solución. Sin disciplina, vendrán más generaciones perdidas en el futuro.
3. Los solicitantes de asilo de Merkel
Coste: más de 50.000 millones de euros
En 2015, Alemania recibió a más de un millón de solicitantes de asilo. Estas personas generaron una carga económica y social enorme, y aún no sabemos si la integración será exitosa.
El Estado gastó unos 50.000 millones en esa oleada, y en años posteriores, el gasto fue disminuyendo, aunque sigue invirtiendo en nuevos solicitantes. La integración en el mercado laboral es un proceso largo y costoso.
No todo el gasto en asilo es reprobable: algunos huyen por necesidad real, y el sistema debe reformarse para mejorar. Pero la apertura de fronteras sin control en 2015 fue una decisión polémica, que dejó a muchas vidas en riesgo en los campos de refugiados en Líbano y Turquía, donde no había peligro real.
Más de un millón de personas llegaron, generando una carga enorme para Alemania. Solo en décadas sabremos si la integración fue exitosa. La decisión de Merkel de abrir las fronteras sin control fue muy controvertida, y posteriormente se intentó justificar con acuerdos con Turquía.
4. Las pensiones de los funcionarios
Coste: 70.000 millones de euros al año
Vivimos en una sociedad de privilegios, y los funcionarios disfrutan de un sistema de pensiones separado y privilegiado, con beneficios que superan a los del resto de los ciudadanos.
No es solo un gasto en pensiones, sino una versión deficiente de un sistema necesario. Los funcionarios podrían cotizar en el régimen general y recibir su pensión, pero mantienen un sistema independiente, que puede eliminarse en cualquier momento, y que representa un despilfarro de manual.
Este gasto en pensiones de funcionarios alcanza los 70.000 millones de euros anuales. Aunque algunos de estos fondos seguirían existiendo si se eliminara el régimen especial, en realidad se desperdician varios miles de millones, ya que los funcionarios tienen derechos superiores a los pensionistas comunes.
Los funcionarios no quieren depender de la demografía, por eso disfrutan de pensiones privilegiadas, en una especie de estafa piramidal para el resto.
5. Compra de armas por parte del ejército alemán
Coste: más de 13.500 millones de euros
El ejército alemán no es esencial, y no se considera que los soldados sean un elemento clave contra amenazas reales. Sin embargo, Alemania está obligada a aumentar su gasto en defensa para cumplir con el 2 % del PIB, y eso implica gastar en reequipamiento.